~8~


Wow. ¿Quedan solo ocho días? Cómo pasa el tiempo cuando te lo estás pasando bien. Pero, ¿sabes cuándo no se pasa tan rápido? Cuando estás mal.

El otro día tuve la mala suerte (o la buena, depende de cómo se mire) de darme cuenta de ello. Me desperté a las 3, 5 y 7 de la mañana para ir a vomitar, y mientras iba y venía del baño me di cuenta de una cosa:
Lo que yo quería no era que J. o Tris se despertaran y me preguntaran si estaba bien. No quería tomarme algo que me calmara el estómago. No quería salir al porche de casa de Einyel para tomar aire fresco.
Quería a mi mamá.

Quería que mi mamá se levantara, como hacía siempre, y viniera a ver qué me pasaba. Que se ofreciera a dormir conmigo, y luego se pasara toda la noche despierta por si acaso yo me ponía peor. Que me acariciara la frente con el reverso de la mano para ver si tenía fiebre. Que me acariciara el pelo. Que me dijera que me iba a poner bien.
El problema es que eso no podía pasar, porque ella no estaba allí conmigo.
Y desde dentro de ocho días hasta dentro de diez meses, tampoco lo va a estar.
Y es por eso que tenemos que crecer y hacernos fuertes. Asumir que parte del intercambio es aprender a sobrevivir por tu cuenta, que en Estados Unidos no va a haber nadie pendiente de ti. Y es obligatorio darse cuenta de eso, porque se lo debemos a aquellos a los que dejamos atrás.
Siempre he pensado que, en una despedida, es el que se queda el que se lleva la peor parte. El que sufre más. Al fin y al cabo, el que se va estará conociendo a gente nueva y recorriendo nuevos lugares, mientras el que se queda estará yendo a los mismos sitios a los que iba con quien ya no está...pero solo. Tendrá a su alrededor al fantasma del que se ha ido.

Y es por eso que debemos facilitarles el trabajo. Tenemos que dejar saber a nuestros padres que vamos a estar bien, que podemos aguantar perfectamente un año sin ellos porque hicieron muy bien su trabajo al enseñarnos. Tenemos que tener en cuenta que ellos hacen un esfuerzo monumental al permitirnos cruzar el mundo y dejarles atrás. Tenemos que honrar su confianza, porque nuestros padres son quienes nos han hecho lo que somos.

Así que gracias, mamá.
Gracias, papá.
Os quiero a los dos.

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